TODO ES POSIBLE PARA EL QUE CREE (Mc. 9,23)
Logotipo del Año de la Fe |
El pasado 11 de octubre de 2011 el Papa Benedicto XVI escribió una Carta Apostólica en forma de Motu Proprio llamada PORTA FIDEI "la Puerta de la Fe" (cf. Hch 14,27) con la que se convoca el AÑO DE LA FE. Comenzó el 11 de octubre de 2012, a los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica y en el cincuenta aniversario del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. Una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo especial de reflexión y redescubrimiento de la fe, para iluminar de manera cada vez mas clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo.
Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6,51). El Año de la Fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. La fe. en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Como afirma San Agustín, los creyentes "se fortalecen creyendo".
Reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe hacer propio, sobre todo en este Año:
1. Profesar la Fe.- Que suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción.
2. Celebrar la Fe.- Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía.
3. Testimoniar la Fe.- Que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble.
4. Redescubrir la Fe.- Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada.
5. Compartír la Fe.- Una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad.
Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, el Año de la Fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica, que ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe, representa un verdadero instrumento de apoyo a la fe.
Edificio de la Congregación para la Doctrina de la Fe |
La Congregación para la Doctrina de la Fe, el 6 de enero de 2012 publico una nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe. Recuerda que el Catecismo de la Iglesia Católica se presenta por un lado como un auténtico fruto del Concilio Vatcano II y por otro lado intenta favorecer su recepción.
El documento presenta cuarenta indicaciones para vivir el Año de la Fe en los ámbitos de la Iglesia Universal, las Conferencias Episcopales, el ámbito diocesano, de las parroquias / comunidades / asociaciones / movimientos. Por lo que se refiere al ámbito de las parroquias propone lo siguiente:
1. Todos los fieles están invitados a leer y meditar la Carta Apostólica Porta Fidei.
2. Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía.
3. Los sacerdotes podrán dedicar mayor atención al estudio de los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo sus frutos para la pastoral parroquial.
4. Los catequistas podrán apelar aún mas a la riqueza doctrinal del Catecismo de la Iglesia Católica y bajo la responsabilidad de los respectivos párrocos, guiar a grupos de fieles en la lectura y profundización común de este valioso instrumento.
5. Se espera por parte de las parroquias un renovado compromiso en la difusión y distribución del Catecismo de la Iglesia Católica y de otros subsidios aptos para las familias.
6. Será conveniente promover misiones populares y otras iniciativas en las parroquias y en los lugares de trabajo, para ayudar a los fieles a redescubrir el don de la fe bautismal y la responsabilidad de su testimonio.
Todos los fieles están llamados a reavivar el don de la fe, tratarán de comunicar su propia experiencia de fe y caridad, dialogando con sus hermanos y hermanas, incluso de otras confesiones cristianas, de otras religiones y a los que no creen o son indiferentes. Así se espera que todo el pueblo cristiano comience una especie de misión entre las personas con quienes viven y trabajan. conscientes de haber recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. Que este Año de la Fe sea una ocasión privilegiada para compartir lo mas valioso que tiene el cristiano: Jesucristo, Redentor del hombre, Rey del Universo, iniciador y consumador de nuestra fe (Heb 12,2).
La catequesis del Magisterio en el Año de la Fe |
El miércoles 17 de octubre de 2012 el Papa Benedicto XVI introdujo un nuevo ciclo de catequesis que se desarrolla a lo largo de todo el Año de la Fe. Una ocasión importante para volver a Dios, para profundizar y vivir con mayor valentía la propia fe, para reforzar la pertenencia a la Iglesia, «maestra de humanidad», que, a través del anuncio de la Palabra, la celebración de los sacramentos y las obras de caridad, nos guía a encontrar y conocer a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Se trata del encuentro no con una idea o con un proyecto de vida, sino con una Persona viva que nos transforma en profundidad a nosotros mismos, revelándonos nuestra verdadera identidad de hijos de Dios.
Pero —nos preguntamos— ¿la fe es verdaderamente la fuerza transformadora en nuestra vida, en mi vida? ¿O es sólo uno de los elementos que forman parte de la existencia, sin ser el determinante que la involucra totalmente? Con las catequesis de este Año de la Fe querríamos hacer un camino para reforzar o reencontrar la alegría de la fe, comprendiendo que ésta no es algo ajeno, separado de la vida concreta, sino que es su alma. La fe afirma que no existe verdadera humanidad más que en los lugares, gestos, tiempos y formas donde el hombre está animado por el amor que viene de Dios. La fe cristiana, operosa en la caridad y fuerte en la esperanza, no limita, sino que humaniza la vida; más aún, la hace plenamente humana.
La fe es acoger este mensaje transformador en nuestra vida, es acoger la revelación de Dios, que nos hace conocer quién es Él, cómo actúa, cuáles son sus proyectos para nosotros. Con la revelación es Dios mismo quien se auto-comunica, se relata, se hace accesible. Dios se ha revelado con palabras y obras en toda una larga historia de amistad con el hombre, que culmina en la encarnación del Hijo de Dios y en su misterio de muerte y resurrección. Dios no sólo se ha revelado en la historia de un pueblo, no sólo ha hablado por medio de los profetas, sino que ha traspasado su Cielo para entrar en la tierra de los hombres como hombre, a fin de que pudiéramos encontrarle y escucharle. Y el anuncio del Evangelio de la salvación se difundió desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. La Iglesia, nacida del costado de Cristo, se ha hecho portadora de una nueva esperanza sólida: Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado, salvador del mundo, que está sentado a la derecha del Padre y es el juez de vivos y muertos. Este es el kerigma, el anuncio central y rompedor de la fe. Pero desde los inicios se planteó el problema de la «regla de la fe», o sea, de la fidelidad de los creyentes a la verdad del Evangelio, en la que permanecer firmes; ¿dónde hallamos la fórmula esencial de la fe? ¿Dónde encontramos las verdades que nos han sido fielmente transmitidas y que constituyen la luz para nuestra vida cotidiana? La respuesta es sencilla: en el Credo, en la Profesión de fe o Símbolo de la fe nos enlazamos al acontecimiento originario de la Persona y de la historia de Jesús de Nazaret.
También hoy necesitamos que el Credo sea mejor conocido, comprendido y orado. Sobre todo es importante que el Credo sea, por así decirlo, «reconocido». Conocer, de hecho, podría ser una operación solamente intelectual, mientras que «reconocer» quiere significar la necesidad de descubrir el vínculo profundo entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra existencia cotidiana. No es casualidad que el beato Juan Pablo II quisiera que el Catecismo de la Iglesia católica, norma segura para la enseñanza de la fe y fuente cierta para una catequesis renovada, se asentara sobre el Credo.
Problemas a superar en la vivencia del Año de la Fe en una sociedad profundamente cambiada, también respecto a un pasado reciente, y en continuo movimiento:
1. Los procesos de la secularización y de una difundida mentalidad nihilista, en la que todo es relativo, han marcado fuertemente la mentalidad común.
2. A menudo la vida se vive con ligereza, sin ideales claros y esperanzas sólidas, dentro de vínculos sociales y familiares líquidos, provisionales.
3. No se educa a las nuevas generaciones en la búsqueda de la verdad y del sentido profundo de la existencia que supere lo contingente, en la estabilidad de los afectos, en la confianza.
4. El relativismo lleva a no tener puntos firmes; sospecha y volubilidad provocan rupturas en las relaciones humanas, mientras que la vida se vive en el marco de experimentos que duran poco, sin asunción de responsabilidades.
5. Así como el individualismo y el relativismo parecen dominar el ánimo de muchos contemporáneos, no se puede decir que los creyentes permanezcan del todo inmunes a estos peligros que afrontamos en la transmisión de la fe.
6. Frecuentemente el cristiano ni siquiera conoce el núcleo central de la propia fe católica, del Credo, de forma que deja espacio a un cierto sincretismo y relativismo religioso, sin claridad sobre las verdades que creer y sobre la singularidad salvífica del cristianismo.
7. Actualmente no es tan remoto el peligro de construirse, por así decirlo, una religión auto-fabricada.
Algunos de estos ha evidenciado la indagación promovida en todos los continentes para la celebración del Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización:
- una fe vivida de modo pasivo y privado,
- el rechazo de la educación en la fe,
- la fractura entre vida y fe.
Debemos volver a Dios, al Dios de Jesucristo; debemos redescubrir el mensaje del Evangelio, hacerlo entrar de forma más profunda en nuestras conciencias y en la vida cotidiana, para retomar y profundizar en las verdades centrales de la fe acerca de Dios, del hombre, de la Iglesia, de toda la realidad social y cósmica, meditando y reflexionando en las afirmaciones del Credo.